Lola, la madre de Cristian, no me ha dejado salir con el estómago vacío, así que he desayunado chocolate beniano, que se parece más a café que a lo que en España llamamos chocolate, y cuñapés, una especie de bollos de queso típicos de Santa Cruz.
El micro n°10 me ha dejado justo en la parada de los taxis a Samaipata, y sólo faltaba yo para partir. A ritmo de bachata hemos pasado pueblos llenos de gente, esquivado vacas cruzando la carretera, camiones, baches y charcos. He llegado a tiempo de comer pollo con arroz y papas por 10 bolivianos en el mercado y montar en otro taxi con dirección al «Fuerte», una inmensa rica tallada cuyo origen es anterior a los incas y que, pese a su nombre, tenía un uso ritual.
Se aprecian con dificultad figuras de animales tallados, y con menos dificultad los nichos que formaban parte de distintos templos. También hay alrededor restos de algunas construcciones incas y de un edificio construido por los españoles.
Con la entrada también se puede visitar el museo arqueológico situado en Samaipata, en el que se conservan numerosas piezas de cerámica.